Olinia
Los dos caminos para desarrollar Olinia, el auto eléctrico mexicano asequible

El auto eléctrico Olinia propuesto por Claudia Sheinbaum enfrenta retos: sin una armadora nacional, solo un ‘Joint Venture’ y fuertes inversiones podrían hacerlo realidad.
Si bien en México ya existen empresas como Zacua, que fabrica autos eléctricos en Puebla, su producción es modesta y artesanal. Las grandes armadoras que operan en el país, como Ford con el Mustang Mach-E en el Estado de México, han mantenido sus esfuerzos de producción enfocados en la exportación, en lugar de atender al mercado local. Este es uno de los principales obstáculos para que un proyecto como Olinia se materialice.

Una industria en formación
El plan de Sheinbaum va más allá de la fabricación de autos eléctricos: incluye la explotación del litio y el incremento de la producción de cobre, ambos esenciales para la electromovilidad. No obstante aún no se han revelado detalles sobre los actores involucrados ni las inversiones necesarias para impulsar estos sectores.
A pesar de que México es el séptimo productor de automóviles a nivel mundial, la industria con desarrollos e ingeniería propia no ha logrado consolidarse, lo que dificulta su transición hacia los vehículos eléctricos.
“No nos debemos de dormir porque a diferencia de nuestros principales socios comerciales, los norteamericanos, además los europeos, los asiáticos, los japoneses y los chinos ya están encarrerados, nosotros no […] En la industria debes de ser actor, no receptor”, dijo Rodolfo Lacy Tamayo, director de Acción Climática y Medio Ambiente para América Latina en la OCDE.
La vía de los Joint Ventures
Ante la falta de una armadora mexicana con capacidad para llevar a cabo un proyecto de tal magnitud, la solución más viable parece ser la creación de una alianza estratégica o Joint Venture con empresas extranjeras que ya cuenten con la tecnología necesaria para la producción de vehículos eléctricos.
«La única alternativa que yo veo es a través de una alianza estratégica […] donde probablemente toda la propiedad industrial e intelectual sea de un tecnólogo externo y que eso se ocupe en México para empezar a aprender y desarrollar el automóvil eléctrico”, dijo Eric Ramírez, director de Urban Science para América Latina y el Caribe.
Este enfoque no es nuevo. China, en la segunda mitad del siglo XX, desarrolló su industria automotriz mediante Joint Ventures con armadoras occidentales, lo que le permitió, en pocas décadas, convertirse en el mayor productor de vehículos a nivel mundial y un líder en la fabricación de autos eléctricos. Sin embargo, replicar este modelo en México no sería sencillo ni inmediato, ya que se requeriría una inversión multimillonaria y de largo plazo.
Inversión y transferencia tecnológica
Los expertos coinciden en que el lanzamiento de una nueva marca desde cero no es un proyecto menor. Se estima que la inversión necesaria alcanzaría miles de millones de dólares, gran parte de los cuales estarían destinados a tecnología e investigación. A esto se suma la necesidad de una mayor transferencia tecnológica. “México necesita reafirmar y profundizar en sus acuerdos de transferencia tecnológica para poder producir las autopartes que necesita esa industria y cambiar sus líneas de producción”, comenta Lacy Tamayo.
Además, la formación de talento será clave para que el país desarrolle la capacidad de producción necesaria. Pero este proceso requiere tiempo. “Sí el hablar de una automotriz de bandera, por ejemplo, una compañía mexicana de autos es una inversión a muy largo plazo […] estamos hablando de 20 o 30 años. Tan solo a China le tomó 20 años desarrollar sus propios autos”, concluye Ramírez.
Olinia
Olinia: el sueño eléctrico mexicano

Recientemente, el gobierno de México dio a conocer el proyecto Olinia, una iniciativa que busca poner al país en la vanguardia de la electromovilidad.
Esta plataforma albergaría tres modelos de coches: transporte personal o familiar, movilidad de barrio y transporte de mercancías. El precio sería de entre 90 mil y 150 mil pesos, y será ensamblado en Puebla.
Olinia parece tener mucha semejanza con los Mini EVs en China, es decir, vehículos eléctricos de pequeño tamaño, producidos en su mayoría por fabricantes locales y con precios entre cuatro y 10 mil dólares. Por poner un ejemplo, uno de los modelos más vendidos en China es el Wuling Hongguang de SAIC. Se trata de un auto que tiene una velocidad máxima de 100 km, una autonomía de alrededor de 170 km y un costo cercano a los cinco mil dólares en su versión base, algo muy parecido a las pretensiones de Olinia. De acuerdo con The China Project, el vehículo vendió más de 400,000 unidades en 2022.
Si trasladamos el éxito de los Mini EVs en China al contexto mexicano, es muy probable que Olinia pueda tener también buena aceptación entre los consumidores. Sin embargo, el proyecto plantea también enormes, sino es que gigantescos retos.
Iniciemos por la fase de desarrollo. Sabemos que la industria automotriz gasta, en promedio, cerca de mil millones de dólares en el desarrollo de un nuevo coche. De momento, se ha anunciado una inversión inicial de 25 millones de pesos, o 1.2 millones de dólares para su desarrollo. Supongamos que Olinia requiera realmente la mitad. Aun así, es un presupuesto muy limitado y requerirá una mayor inyección de recursos o la participación de la iniciativa privada.
Luego están las baterías. Podemos inferir que se trate de un auto que no supere los 180 km de autonomía, lo cual supone que la capacidad de la batería sería de unos 20 kWh, aproximadamente. Sabemos que, si bien el costo de la batería ha venido bajando, el costo promedio ronda los 110 dólares por kWh. Es decir que Olinia tendría una batería con un costo de 44 mil pesos, prácticamente la mitad del precio estimado.
Después viene la fabricación. Por lo que sabemos, el propio Estado se hará cargo de esta actividad. Sin embargo, gobernar y hacer políticas públicas no es lo mismo que “doblar fierros”, y mucho menos cuando tienes que hacerlo con cierta escala. La manufactura puede ser realmente un dolor de cabeza. Solo basta ver lo que sucedió con Tesla cuando empezó con la producción de Modelo 3. Otro ejemplo es Seat: la marca inició como un proyecto del gobierno español en 1950 y nunca pudo ser rentable hasta que se vendió a Volkswagen en los años 80.
El Estado mexicano debe resolver muchos más problemas que puedan presentarse, ¿Cuáles serán los mecanismos mínimos de seguridad que tendrá el auto (bolsas de aire, frenos, etc.)? ¿Qué certificaciones cumplirá?, ¿Cómo se distribuirá el auto?, y un largo etcétera.
La industria automotriz es realmente compleja y la competencia es intensa. Si Olinia llega a concretarse, lo hará en un momento donde la tecnología estará más perfeccionada y en nuestro mercado habrá más propuestas accesibles de otras marcas.
Me parece muy loable que el gobierno de México busque impulsar la electromovilidad. Sin embargo, lo más sencillo sería formular una política pública con incentivos fiscales apropiados. Por ejemplo, hacer de la investigación y desarrollo una actividad deducible de impuestos que atraiga intereses de particulares, y que disponga de fondos para desarrollo tecnológico en universidades y empresas.
Olinia
Olinia, ¿una decepción?: Funcionalidad de los autos eléctricos más baratos de México.

¿De verdad te interesa tener un auto eléctrico ‘Olinia’ después de ver los modelos que se tienen proyectados? Bueno, su precio tentativo es bastante bueno: entre 90 y 150 mil pesos.
Desde que Claudia Sheinbaum Pardo anunció que el gobierno de México sacaría al mercado el auto eléctrico más barato de la industria nacional, bajo el nombre ‘Olinia‘, las expectativas no hicieron más que crecer. Pero, ¿el reciente anuncio de los modelos que saldrán al mercado fue una decepción o cumplió con las expectativas?
En algún momento, Sheinbaum Pardo dijo que el precio de los autos eléctricos marca ‘Olinia’ sería competitivo con el de las motocicletas, una afirmación complicada considerando el bajo coste de algunos vehículos de dos ruedas.
Cuando por fin se dieron a conocer los diseños del coche con cero emisiones, así como sus precios tentativos, los potenciales consumidores que tanto habían esperado ese momento se dividieron en dos grupos: decepcionados y maravillados.
El auto eléctrico ‘Olinia’ tendrá un precio entre 90 y 150 mil pesos mexicanos en los tres modelos proyectados, según lo dicho por el coordinador del proyecto automotriz, Roberto Capuano Tripp. El recién mencionado destacó que dichos diseños son la meta de cara al sexenio de la presidenta.
«Lo lograremos diseñando una plataforma modular multipropósitos para los tres. Esto quiere decir que el chasis, el motor, el tren motriz y la batería se desarrollarán una sola vez, y sobre esa plataforma utilizaremos diferentes carrocerías para darles los diferentes usos», dijo con relación a los costos finales.
¿Cómo serán los vehículos eléctricos de gobierno?
Movilidad personal: para jóvenes, madres que llevan a sus hijos a la escuela y para que las personas que recurren a la compra de una motocicleta tengan una alternativa segura
Movilidad de barrio: solución de movilidad que atiende a un sector que actualmente brinda el servicio de mototaxis en diferentes ciudades del país y que representa una alternativa segura, silenciosa y confortable para usuarios y con bajo costo de operación para conductores.
Entregas de última milla para el reparto de mercancía: alternativa de bajo costo y eficiente para la creciente demanda de envíos en comercio en línea y de aplicaciones conveniencia que entregan el súper a domicilio.
A pesar de que los autos eléctricos ‘Olinia’ sí tendrán bajo precio, no a todos les parecieron tan funcionales debido su tamaño reducido y probablemente un motor con poca capacidad.
Olinia
El ¿fracaso? de Olinia

El auto que no existe. Hace días, la presidenta Claudia Sheinbaum, presentó los primeros avances de los autos eléctricos Olinia que serán hechos en México, concretamente en una planta en Puebla.
Sin embargo, no informó sobre un sinnúmero de temas esenciales respecto al ensamblado del automóvil, pero eso sí, ya se sabe cuánto costará y qué modelos habrá, dejando una duda, si no se tiene cuantificado el valor de la inversión de la planta manufacturera, ¿Cómo pudo calcularse el costo del automóvil?
En ese tenor, hay una serie de elementos que en conjunto hacen pensar que Olinia es un buen deseo, que parece ser características de los gobiernos morenistas. Los elefantes blancos que ordeñan al erario federal.
El presupuesto. La información ofrecida a los medios el pasado 6 de enero, no fue más allá de que el Instituto Politécnico Nacional y al Tecnológico Nacional de México fueron seleccionados para el desarrollo de la tecnología de los vehículos.
La construcción y desarrollo de una planta armadora de autos eléctricos como Olinia, requerirá una inversión promedio de 1 mil millones de dólares, de acuerdo con la Asociación de Movilidad Eléctrica en México (AMIVE).
Francisco Cabeza, presidente de la AMIVE, informó que “habrá que considerar muchos factores, sin embargo, a nivel mundial para hacer una fábrica Green Field que produzca entre 50 mil y 100 mil vehículos, podrían ser entre 500 y mil millones de dólares”.
No parece tener mucha conexión el recurso gubernamental asignado al proyecto de Olinia de 25 millones de pesos para 2025, con 1 mil millones de dólares para emprender la planta de producción. ¿Acaso esos 25 millones en realidad son el presupuesto de la oficina de Roberto Capuano, director del proyecto?
No se identifica la pertinencia de gastar dinero que no hay en las arcas federales, para inventar un auto que requerirá dinero a saco roto, considerando otra sangría presupuestal, la del Mundial de Futbol 2026.
La Norma. La Norma Oficial Mexicana NOM-194-SE-2021 detalla qué características deben tener los vehículos ligeros que se vendan en México y se enfoca en las medidas de seguridad, por ejemplo: frenos ABS, dos bolsas de aire (mínimo), cinturones de seguridad de tres puntos, monitoreo de presión de llantas y anclajes para sillas de bebé.
Se comenta que, si estos vehículos no pueden cubrir los requerimientos de la NOM, es probable que no los vendan como “carros” sino como motocicletas y mediante ciertas lagunas en la ley, podrían ser registrados en esa forma, cumpliendo en apariencia con las especificaciones mínimas de seguridad.
Cabe preguntarse si en un ambiente como el de la 4T, habrá la certeza de que el gobierno federal se supervise a sí mismo respecto al cumplimiento de una NOM que detendría el avance de la producción de un auto, si no respeta las especificaciones de seguridad.
La respuesta es que el gobierno federal no se pondrá el pie a sí mismo, sino que dejará el campo libre para la producción de un auto que tiene muchas preguntas sin resolver en materia de seguridad. Y si algo falla, echará la culpa a los proveedores.
Los baches y las recargas. Dos son los elementos que podrían constituir el Waterloo operativo de estos autos eléctricos. Los baches en todo el país y la falta de infraestructura para la recarga de las baterías. En el caso del primero, cualquiera que tenga un auto eléctrico sabe que, si la zona en la que se encuentran las baterías roza con un bache, habrá problemas.
Los baches, que se cuentan por centenas de miles en todo el país, son los enemigos jurados de cualquier batería de un automóvil. Si no hay calles pavimentadas, los autos que circulen por ellas generarán un sobrecosto en reparaciones y refacciones que, al juntarse con miles de clientes, producirán una avalancha de quejas con los distribuidores de autos.
Por lo que se refiere a los centros para recargar la batería, es sabido que no hay infraestructura suficiente en el país. Siguiendo con las ocurrencias, ya se escuchan voces diciendo que, en las inmediaciones de las sucursales de Bancos del Bienestar, se instalen dichas unidades.
Considerando la cantidad de casos de corrupción que se han dado respecto a estos Bancos, incluyendo hasta la compra de los cajeros automáticos, la duda asoma: ¿quién se encargará de asegurarse que esas centrales de recarga de baterías cumplan con leyes que eviten explosiones y accidentes en los usuarios?
La planta. El encargado del proyecto, Roberto Capuano, informó que los tres modelos se esperan lanzar para el final del sexenio 2024-2030.
El gobierno decidió que en Puebla se ubicara la planta de Olinia y no abona a la certeza lo dicho por Capuano de que “estaremos operando centralmente desde la Ciudad de México, pero no tendremos como tal una oficina. Para la armadora se realizan análisis con tal de encontrar el lugar idóneo, por eso se habló de armadoras regionales”, al final en el Plan México se establece que la sede sea la entidad poblana.
Un precio como el que se dijo, sin esperar una recuperación de la inversión en cierto tiempo, anuncia un elefante blanco, considerando que el precio al público del automóvil no está calculado para recuperar una inversión, sino una parte de ésta y lo demás seguirá subsidiado.
El “encargado”. Otro punto sombrío es el propio encargado, Roberto Capuano Tripp, quien trabajó como director del Metrobús y asesor del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, distinguiéndose por haber favorecido en ambos organismos a dos empresas con contratos que suman más de 72 millones de pesos, Grupo Conyurba y Omival, que lo mismo firmaban contratos para pintar muros que rehabilitar pozos de agua.
Dicen los que saben que Capuano, al no tener idea de cómo se fabrica un auto eléctrico, en realidad está fungiendo como enlace entre las universidades que están diseñando al armatoste, pero no tiene cómo emitir una opinión técnica.
Y es un túnel oscuro el mundo de intereses que se conjugarán para ser proveedores de distintas partes del automóvil, no se diga de la red de distribuidores, de los centros de recarga de baterías y de los centros de mantenimiento en todo el país.
Todos estos elementos indican que Olinia no funcionará como un modelo de clase mundial en transporte sino como un proyecto que generará inversiones para el vertedero.
Se cuentan por centenas a las inversiones que gobiernos de todos los colores han hecho y que resultaron un desastre, por la elemental razón de que no se puede ser experto en todo y pretender producir y comercializar cuando eso es misión del ámbito privado.
El Estado, considero, debe regular, no hacerle al empresario.
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